Mientras los hombres no se preocupan tanto por el asunto, a las mujeres siempre se les recuerda que se les está "yendo el tren" o que la maternidad tiene fecha de caducidad.
Es muy usual que al llegar los treinta las mujeres se pongan más exigentes en la elección de sus parejas, mientras que los hombres todavía no tienen la madurez suficiente como para asumir un compromiso, por eso ha postergado el hecho de casarse. Pero la diferencia es que el hombre puede postergarlo el tiempo que quiera, en cambio la mujer no puede porque avanza el reloj biológico; ahí ella se da cuenta que quiere hijos pero no tiene con quién.
El hombre puede ir solo a matrimonios, a comidas, al cine, etc., en cambio la mujer no tiene esa misma sensación para socializar y conocer más gente. La mayoría dice "cómo voy a ir sola al matrimonio". Habitualmente la persona que las acompaña es un conocido de años que no es un candidato a nada. Ahí surge una cosa diferente: cuando están en la fiesta, se piensa en que no se puede dejar al otro solo y no se puede conocer más gente, entonces se transforma en una limitación. A esta edad, la mujer encuentra a los separados o a los descartados. Se crea un problema adicional porque tiene que pensar que a lo mejor tiene que dar entrada a un hombre que puede tener compromisos.
Varias aristas
Lamentablemente, para las amantes del profesionalismo, todavía sigue estando socialmente establecido que las mujeres están hechas para crear y cuidar a la familia. Y, por lo mismo, no es raro oír decir a éstas que no se han casado, y que aunque sean muy exitosas en el ámbito profesional, que se sienten solas y desean conocer a ese hombre especial; o bien quieren en demasía ser madres y formar una familia.
Varias aristas
Lamentablemente, para las amantes del profesionalismo, todavía sigue estando socialmente establecido que las mujeres están hechas para crear y cuidar a la familia. Y, por lo mismo, no es raro oír decir a éstas que no se han casado, y que aunque sean muy exitosas en el ámbito profesional, que se sienten solas y desean conocer a ese hombre especial; o bien quieren en demasía ser madres y formar una familia.
Por su parte, el soltero está feliz de poder manejar su vida a su propio modo, agradecen no tener que negociar el plan del día y poder manejar su dinero como mejor les plazca. El hombre tiene que estar muy enamorado para casarse, sin contar las presiones de la polola de turno o exigencias laborales, que a veces les hace tomar la decisión de contraer matrimonio sin reales ganas de concretarlo.
A una mujer cumplió los treinta hace rato y aún no se casa empiezan a lloverle las críticas. La familia, amistades, compañeros de trabajo, y hasta incluso desconocidos, le preguntan cuándo va a decidirse, que se le está yendo el tren y, más encima, la asustan con que la maternidad tiene fecha de caducidad.

 
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